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Artículo de opinión

Antiguos alumnos, nuestra Pastoral y una vocación de servicio que une generaciones

Por Javier Herrera, antiguo alumno y catequista

El fin de semana del 15 y 16 de marzo un grupo de alumnos y monitores, con M. Scarlet a la cabeza, fuimos a la Javierada, en la que vivimos una experiencia increíble. Gracias a Dios el tiempo nos acompañó y pudimos disfrutar juntos de un camino que nos permitió encontrar al Señor en cada paso, en cada conversación.

De entre todo lo vivido me gustaría destacar el papel de nuestros monitores más jóvenes, representados en esta peregrinación por Inés García y Víctor Górriz. A pesar de que no es su primera experiencia como monitores, sí que ha sido la primera Javierada que en la que han viajado como responsables de nuestros alumnos. Por supuesto, han hecho un gran trabajo y estamos muy orgullosos de ellos por llevar el espíritu Cristo Rey por bandera y por haber dicho “SÍ” a servir al Señor como monitores y catequistas.

El hecho de que estos jóvenes hayan decidido compartir su fe con las generaciones posteriores no es casualidad, sino que es en buena medida fruto de haber experimentado nuestra forma de vivir la fe en Cristo Rey. La mayoría de ellos han estado con nosotros desde muy pequeños, otros desde hace muy poco. Pero lo que tienen en común todos ellos es el amor que profesan por Jesucristo, por el Colegio y por los más pequeños. Han tenido un camino en la fe que es reflejo de nuestra evolución como grupo de pastoral para niños y jóvenes.

 

Al igual que cuando peregrinamos a Javier, la Pastoral del Colegio ha seguido un camino en la última década que tengo la suerte de poder haber recorrido. Para mí todo empezó, como para Pedro y compañía, con una llamada. En mi caso vino en 2012 de parte de M. Amparo tras haberme confirmado. Tenía 17 años, estaba en 2º de Bachillerato y a pesar del estrés no dudé ni un segundo en unirme a Macrey como catequista. Me encantaban los niños y deseaba ayudarles a hacerse amigos de Jesús.

Ese mismo verano M. Amparo y las Esclavas organizaron Baeza 2013, nuestro primer campamento Cristo Rey. A partir de ese momento la Pastoral alcanzó una dimensión nunca antes conocida. Más y más niños querían conocer a Jesús con nosotros. Macrey siguió creciendo, los campamentos se sucedieron (Baeza, Villafranca, Santibáñez) y más monitores se unían a nuestras filas. Hubo muchos en esta época y no puedo nombrarlos a todos, pero sí quiero destacar a mis amigos Óscar y Garbi, que son un ejemplo de compromiso con Dios y con el Colegio y que han entregado (y siguen entregando) todos estos años al servicio de los demás.

Además, con el tiempo comenzamos a reunirnos los monitores para recibir formación, y así también poder crecer en la fe nosotros mismos. Y es que, como decía D. Pedro Legaria, “sin fuego en el corazón no se puede quemar a otros”.

En el año 2020 llegó la pandemia y tuvimos que dejar de vernos un tiempo, aunque M. Amparo nos convocó a varios encuentros online que mantuvieron viva nuestra comunidad de monitores. Al volver al Colegio en el curso 2020-21, M. Amparo fue destinada a Loyola y nos quedamos bajo la tutela de M. Cristina. Junto a ella, Macrey retomó la actividad y los campamentos continuaron siendo un éxito (La Vecilla, Valdepiélago, Barbastro). Tuvimos también nuestras primeras experiencias de Pascua, viviendo la Semana Santa en Barbastro y en Salamanca. M. Cristina creó un grupo de jóvenes en el que seguimos nuestra formación y continuamos desarrollándonos como cristianos. Y este legado es el que, tras su marcha, han recogido M. María Jesús y M. Scarlet.

Durante todo este recorrido, Dios nos ha acompañado a los monitores de muchas maneras, pero es muy importante la mediación de las Esclavas de Cristo Rey. Sin el trabajo, el sacrificio y el cariño que nos han dado, no seríamos los mismos ni habríamos dado tanto fruto. Así que tenemos que dar las gracias especialmente a M. Amparo y a M. Cristina por sembrar en nosotros ese hambre de evangelizar y de crecer en amistad con el Señor.

 

Han sido muchísimos los niños y adolescentes que han pasado por la Pastoral durante estos 13 años que llevo en ella. La mayoría se graduaron y ahora estudian o trabajan ajenos a la vida del Colegio; otros vienen de vez en cuando a alguna misa en el cole; incluso algunos han venido a uno o varios campamentos o a Macrey. Pero los miembros del grupo de jóvenes actuales tienen algo de lo que carecen los anteriores: no están aquí por pura diversión o por azar, sino que se sienten llamados a participar de este gran proyecto.

En los chicos que crecieron con nosotros en campamentos y en Macrey ha ido surgiendo el deseo de un día llegar a ser monitores y catequistas como nosotros, los mayores. Hemos compartido muchísimas experiencias juntos, nos han elegido como modelo a seguir y nosotros, humildemente, hemos intentado darles lo mejor que teníamos, que es que conozcan y quieran a Jesucristo. ¡¡¡Algunos incluso nos eligieron como padrinos en su Confirmación!!! El lazo con ellos es de un cariño genuino que se crea con el esfuerzo de haberles querido y cuidado día a día desde que eran pequeños.

Por otro lado, tenemos varios monitores mayores que, a pesar de no estar desde hace tanto tiempo, han sido llamados a acompañarnos en este camino y no nos han defraudado. Quieren al Colegio y a Jesús por lo menos tanto como los que llevamos toda la vida, y no han dudado en darlo todo por la causa.

Ya sean de uno u otro grupo, estoy muy orgulloso de todos ellos, y esa opinión la comparten los demás mayores. Estamos ilusionadísimos de poder trabajar con todos ellos, porque son el mejor fruto que el Colegio ha podido dar: monitores que aman a Dios, entregados a llevar el Evangelio en lo cotidiano a los niños y adolescentes que sean puestos en sus manos. Sus ganas de darles lo mejor a los pequeños, de divertirse, de cuidar, de, en definitiva, amar, son garantía de que tienen un futuro brillante que ya empezamos a atisbar.

Por último, aunque los monitores más mayores tendremos que ir dejando la vida pastoral tan activa de estos años, Cristo vive en este Colegio, y nos ha regalado un relevo con el que cualquiera soñaría: chicos y chicas enamorados de Jesús que van a darlo todo por hacer que los más pequeños vivan lo que ellos han vivido.

Como reza el lema del Jubileo 2025, somos peregrinos de esperanza. El camino continúa en la Pastoral de nuestro querido Colegio y, con la ayuda de Dios y la entrega de nuestros jóvenes, estoy seguro de que seguiremos siendo mensajeros del verbo amar.

Antiguos alumnos, nuestra Pastoral y una vocación de servicio que une generaciones

Por Javier Herrera, antiguo alumno y catequista

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