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Artículo de opinión

Tras los pasos de Pedro Legaria: una Pascua de amor y entrega en Murchante

Por Víctor Górriz, antiguo alumno y catequista

El día 16 de abril, Miércoles Santo, varios integrantes del grupo de jóvenes nos embarcábamos a la aventura, dirigidos por las hermanas María Jesús, Scarlet y Cecilia; personas dedicadas en cuerpo y alma en hacer del corazón de los demás un templo para Dios. Nos íbamos a Murchante, un municipio de Navarra con gran importancia para la congregación ya que, allí, es donde nuestro fundador, Don Pedro Legaria, se realizaría como sacerdote para más tarde fundar la congregación de nuestras queridas Esclavas de Cristo Rey.

Han sido unos días muy especiales, ya que Dios ha estado presente en todo momento para que pudiéramos ayudar a que Murchante pasase una Semana Santa diferente. Estuvimos presentes en todas las eucaristías, ayudando a nuestro querido Padre Isidro, párroco de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción; también en la Hora Santa, en la cual nuestro coro ayudó a hacer más íntimo y bello ese tiempo con Dios, así como en la procesión del Viernes Santo, en la cual, pese a la probabilidad tan alta de lluvia, pudo salir y realizar una breve parte de su recorrido en la que tres de nosotros tuvimos la fortuna de vestirnos de nazarenos y acompañar la procesión. Cómo olvidar la Vigilia Pascual, con la que dimos la bienvenida a la Pascua, con una belleza tal que podría saltarle las lágrimas a cualquiera. A todo esto, hay que sumarle el inmenso agradecimiento de todo Murchante; cada habitante se acercó a agradecernos personalmente nuestra ayuda, afirmando sin miedo a equivocarse que iban a tardar muchos años en olvidar esta Semana Santa.

No acaba aquí ya que, como seguidores de Jesús, fuimos predicando allá donde íbamos. Un claro ejemplo de esto es Daniel, un joven que tuvo la casualidad de hospedarse en el mismo lugar que nosotros; después de una cena junto a él, le ofrecimos que nos acompañase a la Hora Santa, y no solo eso, sino que vino a la eucaristía del día siguiente…una prueba más de que Dios pone a las personas correctas en el momento correcto y de la forma correcta en nuestro camino.

Y cómo olvidar Tudela, lugar donde nuestro padre fundador estuvo sus primeros y últimos años de vida; allí, las hermanas de la casa de ejercicios nos acogieron dándonos de comer esa comida tan deliciosa, en la que se nota el cariño y dedicación con la que está hecha, como en todo lo que hacen por los demás. Se trata de la primera Obra de la congregación, y eriza la piel pensar que, de un hombre con un sueño y tres hermanas dispuestas a ayudarle, nació una congregación tan entregada como es la nuestra, una que hace que jóvenes como yo se sientan llamados a servir a Dios, entregándose en cuerpo y alma a la pastoral del colegio, realizando actividades como esta que hacen mil veces mejor la vida en compañía de Jesús, aprendiendo de su sacrificio. Además, en esta casa descansan los restos de D. Pedro Legaria Armendáriz. Hemos tenido tiempo también de hacer una ruta a pie, andando desde Murchante hasta Tudela, un camino hermoso en el que poder reflexionar y que estuvo lleno de conversaciones que se llevaron los vientos navarros.

Nada de esto habría sido posible sin la dedicación y fe del grupo de pastoral del colegio, nuestro colegio; y todas las personas que mantuvieron el barco a flote hasta el día de hoy, como fueron M. Cati, M. Candi, M. Amparo, M. Cristina, M. Inmaculada… y esos monitores con algún año más en la mochila que nosotros… a todos ellos nunca podré agradecer lo suficiente su trabajo, confiando en nosotros, los jóvenes, para mantener viva la llama de Dios en los corazones de las generaciones venideras. Solo tengo palabras de agradecimiento hacia las hermanas y aquellos que me han encaminado a esta vida y han hecho posible que hayamos podido vivir esta experiencia; es algo que revitaliza y hace de la Semana Santa una experiencia más única e íntima. Y, aunque no lo sepan, el padre Isidro y todos los habitantes de Murchante son los que de verdad han ayudado, porque nosotros habremos podido hacer especial una Semana Santa en sus vidas, pero ellos han marcado nuestra vida para las próximas Semanas Santas.

Y no me puedo despedir sin darte las gracias, Murchante; yo también tardaré en olvidarte.

Tras los pasos de Pedro Legaria: una Pascua de amor y entrega en Murchante

Por Víctor Górriz, antiguo alumno y catequista

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