Colegio de las Esclavas de Cristo Rey

secretaria@colegiocristoreymadrid.es

En el distrito de Hortaleza desde 1965

Avda. de San Luis, 29 | 28033 Madrid

Artículo de opinión

Una Pascua vivida y entregada en Salamanca

Por el Grupo de Jóvenes ECR del colegio

La alegría de saber que Jesús Resucitado vive entre nosotros es, por encima de otros, el mayor regalo que las Esclavas de Cristo Rey han realizado a sus jóvenes; cuando te acompañan mujeres como ellas, lo cierto es que resulta sencillo comprender que Dios nos quiere viviendo a lo grande, entregando nuestra ilusión a los demás y compartiendo con todos el amor de quien más nos ama.

Los miembros de nuestro grupo lo formamos antiguos alumnos de Cristo Rey y otros que han sido llamados a ser fecundos en la espiritualidad de nuestra Congregación. Desde hace mucho nos reunimos los sábados para caminar desde esa amistad en Cristo que tanto nos une y que tantos momentos nos regala. Son tres años ya los que llevamos celebrando la Pascua todos juntos; dos han sido en Barbastro, Huesca, tierra amiga que fue testigo de nuestra primera experiencia de misión y a quien continuamos unidos por nuestro campamento de verano.

La Diócesis que nos ha acogido esta vez ha sido la de Salamanca, hacia donde partimos con esperanza nueve jóvenes acompañados por M. Cristina. Nuestra Semana Santa ‘a la salmantina’ comenzó el miércoles, y no fue sino dándonos cuenta de la apertura y generosidad de la comunidad de El Cabaco y de la confianza del sacerdote D. Alfredo Fernández. Sin pedir nada a cambio, el alcalde nos abrió las puertas del antiguo colegio para que pudiéramos convertirlo en el más cálido de los hogares. ¿Seríamos nosotros capaces de ser tan buenos anfitriones con aquellos a quienes no conocemos? Esta pregunta sobrevolaba nuestras reuniones cuando reflexionábamos sobre lo bien que nos sentíamos en aquella localidad, compartiendo desde el primer minuto una fraternidad muy especial con las personas que allí viven. Tuvimos el privilegio de poder devolver todo ese cariño a través de Cristo, quién si no, llama que ardía en nuestro corazón y al que queríamos tener muy presente en los días clave de la Historia de nuestra fe.

Junto a D. Alfredo tuvimos la sensación de ser luz para los pueblos cercanos a La Alberca. Nuestro grupo se dividió en diversas ocasiones para que ninguna iglesia se quedara sin celebraciones, sin Viacrucis o sin sacar por las calles sus imágenes; también para llenar de música los templos, para acercar la comunión y el lavatorio de pies a los ancianos de la residencia, para velar la Reserva Eucarística durante toda la noche del Jueves Santo o para ejercer de monaguillos que engrandecieran estas solemnes fiestas. Acercar a Jesús a personas más mayores nos tocó verdaderamente el corazón; un corazón más acostumbrado, quizás, al trato con niños y adolescentes pero que, sin embargo, descubrió en ellas una ocasión novedosa para crecer en la fe. Recibimos su agradecimiento a través de alimentos y de regalos, de lágrimas y de abrazos, así como de frases que permanecerán por siempre grabadas en nosotros: ‘Gracias, hacía años que no sacábamos nuestra Cruz en procesión’, ‘Ojalá os quedarais siempre con nosotros’ o ‘Es la primera vez que se cantan todos los salmos en la Vigilia Pascual, y eso es gracias a vosotros’ son algunas de ellas; qué sensación de plenitud otorga el sentir que el Señor nos ha regalado el emocionarnos con su emoción, el mirar con su mirada, el acompañar como solamente Él sabe.

También nos ha concedido el ponernos en el camino a D. Alfredo, testimonio vivo de una Iglesia que no se cansa de su misión. Queremos darle las gracias por su entrega y sacrificio diario, por amar a su Diócesis como lo hace y por llegar a donde parece imposible a través de su compromiso y su vocación. Nuestro fundador, D. Pedro Legaria, decía querer ‘consumirse y agotarse por la Gloria de Dios y la salvación de las almas’; qué alegría conocer a sacerdotes que llevan por bandera esta máxima. Rezamos por él, por su obispo y por las personas que Dios les confía.

Un pedacito del alma se queda ya por siempre en El Cabaco, Nava de Francia, La Alberca y todos los lugares en los que Cristo ha resucitado delante de nuestros ojos. Hemos vuelto a Madrid con la sensación de haber sido instrumento de Dios, y no existe nada más valioso. Deseamos con el corazón que los frutos de esta semana nos alimenten a lo largo de todo el año y rezamos para que así sea. ¡Que todo lo vivido nos fortalezca, como grupo, en el amor a la liturgia y en la fe en Dios y en la Iglesia!

_

Gracias M. Cristina por tu entusiasmo a la hora de querer hacer de nosotros personas grandes y enamoradas de la Verdad. Te queremos.

Una Pascua vivida y entregada en Salamanca

Por el Grupo de Jóvenes ECR del colegio

Compartir artículo